Por Tesa Vigal
¿Qué es el arte? ¿cuál es su función?... Respuesta radical de Henry Miller en este librito arrebatado sobre la sustancia de la poesía, a partir de uno de sus grandes poetas: Rimbaud.
Para Henry Miller
la esencia de lo creativo ("Y su
lenguaje capaz de fundir el corazón y de hacer hervir la sangre") es
el viaje a lo desconocido, al misterio de la vida, a la esencia de la
naturaleza, y por tanto va dirigido de alma a alma ("Su meta es dar rienda suelta al espíritu"). No sólo de mente a
mente. El artista es un mensajero de los dioses, como creían las culturas
antiguas y "primitivas". Es un instrumento para volar y hacer volar,
pero eso le convierte en solitario por su naturaleza excesiva. El arte sería lo que conmueve
profundamente, lo que pone los pelos de punta y es inolvidable. Pero vivimos en
un tiempo de "asesinos", porque muy poca gente (si es que hay
alguien) que sienta el arte así ("Quienquiera
que hoy experimente esa forma de angustia y la exprese, será considerado un
romántico incurable. Nadie espera que sintamos ya de esa manera... Los humanos
ya no vibran de exaltación; se retuercen y serpean de envidia y odio... La vida
del humano actual es pálida y vacía").
Por el contrario
abundan los adoradores de las apariencias. Es decir los que ante una apariencia
formal diferente proclaman su maravilla, cuando lo aparente no existe, sólo lo
parece. Y no existe porque el fondo no es diferente y por tanto su forma
"distinta" obedece sólo a lo artificial
. Pero es más sencillo y
asusta menos que lo auténtico, aunque justo eso es lo que la gente en el fondo
añora. En la actualidad se enaltece lo banal, lo gratuito, por eso es un tiempo
de asesinos.
Sobre Rimbaud
dice: "De cualquier manera que se
interprete su obra o se explique su vida, está más vivo que nunca. Y el futuro
le pertenece aunque no haya futuro". Este es un libro imprescindible
para todo aquel a quien le interese, apasionadamente, el arte. Igual que Miller
se siente hermanado con la visión creativa de Rimbaud, yo a mi vez me siento
hermanada con ella, y como mis pobres palabras no llegarían quizá a expresarlo
por completo, cedo la palabra a sus frases directas. De ahí la abundancia de
citas, quitándome el sombrero con vértigo ante su contenido revolucionario.
Para cualquiera
que haya leído "Una temporada en el infierno" (con frases como:
"y si no puedo expresarme con
palabras paganas, prefiero enmudecer") y sepa que a continuación
Rimbaud dejó de escribir, porque la poesía ya no provocaba reacciones y por
tanto era inútil, marchándose a África,
en un gesto con olor desesperado, a ganarse la vida de cualquier forma
(incluidas las ignominiosas como el tráfico de armas) comprenderá que ambas
cosas están íntima y dolorosamente relacionadas. Sobre el tema comenta Miller: "El hecho de que sólo pudiera
mantenerse intacto renunciando a su vocación es un tributo a su pureza, pero al
mismo tiempo una condenación de su época". "Permitirá que sus sueños
sean aniquilados, pero no mancillados. Había vislumbrado la vida en todo su
esplendor y plenitud; no traicionaría esa visión convirtiéndose en un ciudadano
domesticado del mundo".
Y, sin embargo,
mucha gente no entiende que un poeta visionario como Rimbaud se ocupe de
"cosas bajas". Rimbaud quería la “navidad” en la tierra. Miller: "Persigue lo imposible (...) como si
estos sueños pudieran cumplirse. Está demasiado cargado de la energía que
generan para desprenderse de ellos".
Henry Miller en
su libro (único, distinto) desarrolla el punto de unión de ambas cosas y, desde
esa aparente contradicción, pasa a hablar de la esencia de lo creativo y a
diferenciar, por tanto, versificadores de poetas (cosa que muchos confunden,
los que no quieren ahondar o carecen de suficiente sensibilidad). Alguien como
Rimbaud que tiene un concepto tan alto, profundo y radical de la poesía-arte,
siente especialmente en su carne el ánimo antipoético del siglo XIX que le tocó
vivir, y que Miller amplía hasta la década de los 50 del siglo XX en que
escribió este libro (es evidente que seguimos con el mismo ánimo en el siglo
XXI): "Poseemos el conocimiento sin
la sabiduría, la comodidad sin la seguridad, la creencia sin fe... El poeta es
un paria, una anomalía".
Rimbaud: "El verdadero problema está en hacer
monstruosa al alma". Y Miller añade: "O sea, no horrible, sino prodigiosa". "No puede vivir con sus
ideales a menos que éstos sean compartidos, pero ¿cómo comunicarlos si no habla
el mismo idioma que su prójimo?... El soñador debe contentarse con soñar,
confiado en que la imaginación crea sustancia. Esa es la función del poeta, la
más alta porque lo conduce a lo desconocido, a las fronteras mismas de la
creación". Y si la poesía no ayuda a cambiar y liberar al ser humano,
no tiene sentido; mejor dicho, es mentira su sentido trascendente. Y si es
mentira su trascendencia es mentira todo lo sublime y por lo tanto lo único
auténtico es responder renunciando a escribir. Rimbaud no puede hacer
concesiones, un poeta auténtico como él no puede hacerlas y de ahí su reacción
desesperada y su insulto que esconde un gran dolor: a la mierda la literatura,
si el mundo es sólo barro hediondo qué importa que uno se hunda en él...
Libro sin
concesiones. Radical, apasionado y diferente de verdad, no sólo en apariencia.
Porque lo diferente es una voz única y surge del alma, no de un propósito de
provocar, ni de cualquier otro tipo de esnobismo, que es en lo que nadan
multitud de "artistas" en busca de un lugar en la cumbre, es decir
falsos artistas. Porque el arte nace de una necesidad inevitable, desde lo más
profundo. Por eso va de sensibilidad a sensibilidad y no se trata de cultura y
mucho menos de erudición ("El
lenguaje del poeta corre a la par de la voz interior cuando ésta aborda la
infinitud del espíritu. A través de este registro interior, el hombre sin
lenguaje, por decirlo así, se pone en comunicación con el poeta. No se trata de
una cuestión de educación verbal sino de desarrollo espiritual").
Palabras tan
radicales como: "Ser poeta fue en un
tiempo la vocación más alta, hoy es la más vana... Porque el poeta mismo no
cree ya en su misión divina". Por supuesto explicaré, para quien no
conozca a Miller ni a Rimbaud, que nada tiene que ver ese "dios" con
ningún dios de ninguna religión institucionalizada, sino con el Gran Espíritu
como dirían los indios: "Todo el
interludio cristiano no ha sido sino una negación de la vida, una negación de
Dios, una negación del espíritu".
Abrazar la
creación entera, la luz y la oscuridad y fundirlas para ir más allá, siempre
más allá: "Una indescriptible
nostalgia de lo desconocido, el deslumbramiento de lo infinito". Como ya he dicho este libro lo escribió Miller
en los años 50 del siglo XX. Me hubiera gustado saber lo que pensó sobre el
movimiento contracultural y rockero de los 60 y 70, pues en él hay un intento
(unas veces logrado y otras no) de volver al origen catártico del arte y a su
función global y tribal (en toda la profundidad de la palabra). Pero sus
palabras y, por supuesto, la obra de Rimbaud siguen vigentes con una
escalofriante actualidad. En España está editado por Alianza editorial. Y, por
supuesto ‘Una temporada en el infierno’ de Rimbaud.
A los valientes y
a los románticos (es decir, soñadores por suerte o por desgracia), les deseo
una fructífera y apasionante lectura. Al resto les deseo que se escandalicen lo
suficiente para que algo se mueva en su vida.
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